jueves, 4 de febrero de 2016

  1. HUASIPUNGO
  1.  
    Don Alfonso Pereira, su esposa doña Blanca y la hija de éstos llegan a la hacienda de Cuchitambo por dos grandes motivos: económicos y sociales.  A causa de sus malos negocios y de las deudas en que ha incurrido, así como los préstamos que ha pedido, don Alfonso se encuentra en la miseria y debe aceptar la propuesta de su tío.  La misma supone cambios drásticos en el manejo del latifundio, que ahora pertenece, así como los huasipungueros a los inversores extranjeros.  La desgracia social que la bancarrota implica para los Pereira se ahonda: su hija, soltera, una niña de 17 años, está embarazada nada menos que de un cholo; un “cholo por los cuatro costados del alma y del cuerpo” (Icaza 67).
    Los cambios que los inversores requieren en la hacienda tienen que ver con la tierra cultivable: para una mejor producción, es necesario desalojar a los huasipungueros y reubicarlos en un área no sólo normalmente castigada por la naturaleza, sino también factible de ser arrasada por la creciente.  A la vez que debían reubicar sus chozas, los huasipungueros debían arar y cultivar las laderas, hasta ese momento auténticos pedregales.  En estas operaciones, Andrés Chiliquinga sufre un accidente que lo deja rengo, y, al decir de don Alfonso, un indio rengo vale menos.  Los indios son, efectivamente, desalojados por la fuerza, y sus huasipungos corren la suerte (im)prevista: son arrasados por la creciente.

    Al llegar a la hacienda Alfonso por las presiones de su tío comienza a maltratar a los indigenas; los explota, los esclaviza, los deja sin alimento y los despoja de los huasipungos sin tener ninguna compasión. Además engaña a todo el pueblo creyendo que él va a traer el progreso a Cuchitambo, cuando en realidad solo realiza la carretera para sus propios fines.
    Los hechos que son iluminados en la novela son narrados a través de diferentes puntos de vista.
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    CUMANDA 
    or encima de la secular polémica que acompaña Cumandá del ecuatoriano Juan León Mera, no hay de duda de que nos encontramos ante una típica novela del siglo XIX latinoamericano. Cumandá es una narración ambigua, como lo fue el siglo. El empeño literario transpira preocupaciones ideológicas y políticas. Es considerada la primera novela ecuatoriana, responsabilidad original cuya ineludibilidad debe haber gravitado sobre el autor. Cumandá puede ser leída como un romance nacional con música celestial. Su estructura, no tan simple como una primera lectura puede sugerir, es la de una novela romántica cuya acción transcurre en un idealizado ambiente exótico. El primer capítulo nos sorprende con una descripción de la singular geografía del oriente ecuatoriano propia del viajero ilustrado que tanta fortuna gozó en el período. En los siguientes, la codificación romántica se va adueñando de la narración a medida que van haciendo su aparición los personajes centrales y siempre en contacto con ellos. La naturaleza es entonces sometida a un proceso de literalización. Si en un principio el código ordenador cumple una función racional e integrativa, más avanzada la novela, la selva va adquiriendo un progresivo dualismo muy en línea con la codificación romántica. Como en una gran mayoría de novelas del período, la funcionalidad ideológica y política supera al interés literario. Recuérdese que en esos años la política integradora de García Moreno estaba promoviendo la unión de la costa con el altiplano mediante la construcción de una infraestructura vial que aproximase regiones anteriormente aisladas. En esa misma línea integradora puede estudiarse Cumandá, al dar color nacional a regiones hasta entonces semi abandonadas y que por esas fechas entraban en litigio con las naciones vecinas. Eran tiempos urgentes en que las nuevas repúblicas se aprestaban a medir sus ilimitados contornos, contar sus riquezas y teñir de color nacional sus múltiples formas expresivas. Como ha indicado Hernán Vidal, se partía de una concepción romántica que intentaba forjar un «alma colectiva que otorga identidad a los pueblos en la historia; esto explicaría la voluntad de representar las condiciones espaciales, las formas de vida y las manifestaciones culturales de la población indígena en la selva amazónica como elemento distintivo del Ecuador como nación» (199).  
     
    EL  RINCON DE LOS JUSTOS 
    a novela le debe su título a un antro situado en un barrio marginal de la ciudad, Matavilela, barrio que tiene sus días contados pues va a ser desalojado por orden municipal. La novela se ambienta en el Guayaquil de finales de los años setenta (el autor es aún más concreto, haciendo coincidir la acción con uno de los sucesos más transcendentes y señalados de la ciudad: el fallecimiento y multitudinario velorio del cantante melódico Julio Jaramillo, ocurrido el 9 de febrero del año 1978 y que tendrá mucho peso en los personajes). Durante la corta fracción de tiempo en la que transcurre la obra (abarca de dos a tres días) vamos conociendo e integrándonos en el barrio. En tan poco espacio (la novela no dura más de ciento cincuenta páginas) seremos testigos y cómplices de cada uno de los personajes que pululan por este universo marginal: el bizco Fuvio, que pasa las noches espiando a una mujer; las dos Martillo, la virgen y la puta; Sebas, el más machito, líder espiritual de la comunidad; las Damas Tetonas de la Caridad, que recorren los peores lugares de la ciudad para recaudar las limosnas de las imágenes de yeso; el Diablo Sordo, que escribe secretos y analfabetos mensajes de amor a la mesera de “El rincón de los Justos”; Mañalarga y Marcial; el matrimonio Chacón; Paco y Blanca Aurora; Cristof; el Niño Avilés; Tello;…
    Todos con una historia propia pero no aislada, que se cruza y que se mezcla con la de todos los demás conformando la radiografía de ese ecosistema tan distinto y tan igual en el mundo entero de un barrio marginal.
    He de confesar que al principio la lectura de esta novela me resultó desconcertante y, por qué no decirlo, pesada. Esto lo achaco a la estructura de la novela. Está formada por cuatro capítulos que, a su vez, están compuestos por infinidad de fragmentos más o menos independientes. Cada una de estas secuencias está narrada de una forma distinta, ora en primera, ora en tercera persona (incluso hay alguna en segunda), por narradores distintos que nos se identifican. La cantidad de personajes y de subtramas que conforman la obra (además de la carencia de una trama principal) llega a abrumar en las primeras páginas, siendo imprescindible echar mano de las notas a pie de página para poder situarnos y saber en realidad qué está pasando.
     
    HORGERA BARBARA
    Todo empieza con el amanecer y la vida tranquila de Montecristi cierto día, cuando el Estado del Sur, con el nombre de Ecuador, acababa de separarse de la gran Colombia, llegó al pequeño pueblo un emigrante español llamado Manuel Alfaro, Capitán de guerrillas en la Península con su cabeza llena de ideas liberarles, estaba contra absolutismo de Fernando VII, inspirado por los sombreros de paja toquilla viaja a Ecuador para olvidar los enfrentamientos por la causa de la libertad.

    En Ecuador Manuel Alfaro olvida sus confrontamientos, y sus desengaños políticos, se dedica a una vida tranquila con el negocio de sombreros de paja toquilla, duplica el capital con el que vino de España y compra una finca en la que se dedica a exportar tagua, vivía en paz con las personas ya que vivían con la primera Constitución en la cual se indicaba como “ser moderados y hospitalarios”. Juan José Flores hizo que la ley fundamental tuviera espíritu acogedor para los extraños.

    Lo que prendió definitivamente en la tierra a don Manuel Alfaro fue su amor por una hermosa joven de 15 años, manabita, de nombre Natividad Delgado; algunos años más tarde, don Manuel y doña Natividad formaron una familia, tuvieron hijos, el quinto de ellos era Eloy Alfaro que nació el 25 de junio de 1842. 

    Don Manuel se dedica al cargo de juez de comercio que el gobierno del General Flores le otorga, con el cual se enriquece con doña Natividad.
    Eloy Alfaro no fue un niño ni triste ni alegre, entre personas extrañas le aislaba la timidez, no era un niño incorregible ni más caprichoso que la generalidad, pero padecía de resentimientos prolongados y tenaces y de accesos de cólera, que don Manuel calificaba de “pataletas”.

    Sus mejores horas de aprovechamiento las tenía cuando doña Natividad le narraba las historias le lucha que su marido había sostenido en la remota España, o las anécdotas del Libertador Simón Bolívar; Don Manuel, en cambio, apacible filosofador del pesimismo, pero moralista y práctico le hablaba de los desastres nacionales.
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    NOVELITAS ECUATORIANAS 
    Entre dos tías y un tío
    Sin duda este es el mejor relato de la colección. Trata de una huérfana que está al cuidado de su ruin tía. Bueno, ella y su herencia, que es hija de un héroe de la independencia. Ella está enamorada de un campesino joven y trabajador, pero pobre, por lo que su tía se opone al casamiento.
    No sé hasta qué punto se puede considerar a Juan León Mera como un autor romántico (o tardo romántico, en cualquier caso), aunque es evidente que toda la obra, no sólo este relato, están muy influenciada por esta corriente. En este cuento no falta nada: el amor infortunado, los paisajes agrestes y tormentosos, la tragedia… En el momento de la lectura de este cuento me encontré leyendo a Bécquer, y eso en ningún caso puede ser criticable.

     
    Un matrimonio inconveniente
    Esta es la novela más larga y también la más difícil de leer. Y no porque sea pesada, que el autor sabe lo que hace. Es porque el tema ha quedado muy anticuado. Un hombre viudo y buen católico tiene una hija en edad casadera, la cual es pretendida por un joven galante, bien parecido y bien situado, de trato agradable y honrado a carta cabal. Sin embargo el padre no está conforme con el matrimonio por la gran lacra que tiene su futuro yerno: el susodicho es ateo. Finalmente el matrimonio se produce y la felicidad inicial se trunca con los primeros apuros económicos, ya que el yerno se derrumba al no tener un firme sustento moral donde agarrarse.
    Hay que ponerse en situación para evaluar esta historia. Nos encontramos a finales del siglo XIX, donde la moral era un tema más considerado que ahora, y en América, donde incluso hoy en día la moral cristiana tiene mucho más arraigo que en el viejo continente. Pero no nos engañemos, las tesis que defiende el autor en este relato ya eran antiguallas en el momento de su publicación. Pero insisto, formalmente es impecable y ni siquiera cuando el carca del padre se enrolla en sus disquisiciones moralistas se convierte en un relato pesado.

    Un recuerdo y unos versos
    De este hay muy poco que decir. El propio autor (se supone que es el propio autor) nos recuerda un suceso que ocurrió hace algún tiempo, cuando ayudó a una joven enamorada a escribir un poema para su esquivo amante.
    Un tanto intrascendente pero se resuelve en pocas páginas.
    Porque soy cristiano
    Con un título semejante me esperaba el típico cuento proselitista pero, afortunadamente, no es así. En esta historia nos encontramos en la época de las guerras civiles posteriores a la independencia. Un soldado enfermo es obligado a alistarse en una leva forzosa y queda al mando de un capitán chusquero que le amenaza, le agrede y le acaba mutilando. Pasa el tiempo y el ex soldado tiene la oportunidad de vengarse del capitán.
    Este relato tiene moraleja, al igual que la mayoría de los que le acompañan, pero no afea mucho el resultado.
     
    LAS CRUSES SOBRE EL AGUA 
    Las cruces sobre el agua es una novela publicada en el año 1946 y escrita por Joaquín Gallegos Lara, que lo situó entre los iniciadores del tema urbano en la narrativa ecuatoriana. La culminación y detonante argumental, es la masacre del 15 de noviembre de 1922.
    La novela corresponde a una época avanzada del realismo socialista ecuatoriano, ya menos costumbrista y desplazado su escenario hacía las ciudades, donde el autor ubica a los protagonistas en los sectores más humildes y marginados. Por su contenido histórico y sociológico es una obra clásica de la literatura ecuatoriana.
    La masacre del 15 de noviembre de 1922, se considera una gesta herórica del proletariado ecuatoriano según la tradición socialista ecuatoriana (pese a que muchos de los protagonistas de la huelga eran en realidad artesanos). Fue durante el gobierno liberal de José Luis Tamayo, y realizada por el ejército ecuatoriano aparentemente en respuesta a una jornada de saqueos liderada por algunos huelguistas ese día. Gallegos Lara (que tenía 11 años de edad en los días en que se produjeron estos acontecimientos), militante comunista, traslada a las páginas de la novela a personajes históricos de la vida política del país. Por ello se considera que la pluma de Joaquín Gallegos Lara escribió un documento testimonial y de agitación política, sin embargo se generalizó la confusión de la novela con un registro histórico fidedigno.
    Las cruces sobre el agua fue dedicada por su autor «A la sociedad de panaderos de Guayaquil, cuyos hombres vertieron su sangre por un nuevo Ecuador».í retrataba el escritor ecuatoriano Alfredo Pareja Diezcanseco la masacre ocurrida el 15 de noviembre de 1922, en la ciudad de Guayaquil. Ese hecho, de acuerdo a sociólogos e historiadores, marcó el bautizo de sangre de la clase obrera en el Ecuador.
    ¿Pero cómo empezó todo?. Guayaquil de inicios del siglo XX era un puerto que recibía a migrantes de varios países. Con sus calles de tierra el puerto principal concentró su cotidianidad en el embarque y desembarque de productos. El gran movimiento económico permitió que en esa ciudad nacieran las primeras fábricas y con ellas el movimiento obrero ecuatoriano.

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